“La meta del viaje, la liberación definitiva, depende por entero del
proletariado, de si éste aprende de sus propios errores. La autocrítica, la
crítica cruel e implacable que va hasta la raíz del mal, es vida y aliento para
el proletariado. La catástrofe a la que el mundo ha arrojado al proletariado
socialista [nota del ERL: Alemania, 1914;
traición de la dirección socialdemócrata] es una desgracia sin precedentes para
la humanidad. Pero el socialismo está perdido únicamente si el proletariado es
incapaz de medir la envergadura de la catástrofe y se niega a comprender sus
lecciones."
(...) "Pero la socialdemocracia alemana no era solamente el organismo más
fuerte de la Internacional. Era también su cerebro pensante. Por eso, el
proceso de autoanálisis y apreciación debe comenzar en su propio movimiento, en
su propio caso. Su honor la obliga a encabezar la lucha por el rescate del
socialismo internacional, a iniciar la crítica implacable de sus propios
errores.
Ningún otro partido, ninguna otra clase en la sociedad capitalista puede
atreverse a reflejar sus errores, sus propias debilidades en el espejo de la
razón para que todo el mundo los vea, porque el espejo reflejaría la suerte que
la historia le tiene reservada. La clase obrera siempre puede mirar la verdad
cara a cara, aunque esto signifique la más tremenda autoacusación, porque su
debilidad no fue sino un error, y las leyes inexorables de la historia le dan
fuerzas y aseguran su victoria final.
Esta crítica implacable no sólo es una necesidad fundamental, sino también uno
de los máximos deberes de la clase obrera. (...)
[R.L.: El folleto Junius. La crisis de la
socialdemocracia alemana, 1915-16.]
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